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24 de febrero de 2017

De la paisanita, el paisano y el carnaval

Club Deportivo y Cultural Mal Paso
(...algunos)
El paisano había pensado largo y tendido (mientras miraba el techo de su habitación de estudiante), sobre el disfraz que usaría ese año para el carnaval, hasta que decidió que ya era tiempo de traer a la memoria de la paisanada, el atuendo que hacía como quince años atrás, había utilizado su tío Cesar "el Flaco" Murillo y de cuya indumentaria quedó en la casa, uno de los implementos esenciales para dar vida al personaje en cuestión.

La mamá Segunda
Teniendo confirmada la fecha del viaje hacia el pueblito encantau y la algarabía de reencontrarse con la familia y los amigos, llamó a su mamá grande -su complice y socapadora abuelita Segundina- para encargarle que por favor, le consiguiera un cuero entero de oveja o cordero,  para el día sábado en que arribaría a la Joya Bella de Bolivia, recomendándole por supuesto, que no le avisara a su madre ni de su arribo ni del encargo,  para que no renegara antes del carnaval, pues ya tendría ella tiempo y motivos suficientes para hacerlo, cuando el atorrante de su amado hijo estuviera festejando en tierra chicheña.

Así fue que arribando a la casa paterna, el paisano se encontró con que su querida "mamá Segunda", había cumplido con exceso el encargo pues parecía, por la tremenda pieza que le presentó, que hubieran carneado un bisonte de esos que se ven en las películas de "cowboys", de manera que sólo quedaba verificar que se contaba con todo lo necesario para el atuendo con el que bailaría en la entrada carnavalera junto con sus hermanos los Mal Paso, que anoticiados ya de su llegada en cualquier momento tocarían a la puerta, para proceder como todos los años al cambio de indumentaria y toma de coraje correspondiente.
En el carnaval del año anterior

En la lista de los materiales se encontraban: el casco que usó su tío años atrás, el "vellón" con el que lo esperó la mamá Segunda, el hacha que ya nadie usaba en la casa y el bigote postizo que utilizó para el disfraz del año anterior (que ya vería cómo modificarlo) y... Sí, esito sería, ya sólo faltaba decidir cómo utilizaría el tremendo cuero de carnero, para armar las piezas del...

Pero como primero es lo primero, acudió presto a disfrutar del delicioso almuerzo preparado por su mamá Segunda, con una buena cantidad de choclo y queso como entrada, que eran además, el acompañamiento perfecto de la lagüita de choclo y las humintas que llenaban el ambiente con su aroma a albahaca y es que... ¡sólo ella era capaz de recibirle con semejante banquete!

Terminado el morfe y como estaba previsto los Mal Paso silbaron y tocaron a la puerta, para luego de los abrazos de rigor pasar a la casa a engalanarse con sus respectivos atuendos y una vez que estaban todos caracterizados apropiadamente, enrumbaron cantando y bailando hacia la Alameda que era el lugar de dónde partían las comparsas, las anatas, las bandas y claro está... ¡La Murga!

Los Mal Paso ya vienen cantando guitarra en mano,
los Mal Paso ya vienen cantando guitarra en mano.

Mi chicheñita vente conmigo,
cómo loco bailaré en este grupo...

Pa' que es decir... ¡churo le salió el disfraz al paisano! y pese al calor que sentía dentro del cuero aquel que se colocó a manera de poncho, trusa y  polainas; prendas que además, cosió para que no se cayeran a medio baile, disfrutaron como siempre y cual si fuera la última vez, del carnaval chicheño-tupiceño.

A lo largo del recorrido del corso carnavalero, pasaron muchas cosas que quedaron en la memoria del paisano, como aquellas señoras que al verlo acercarse blandiendo el hacha con la mano izquierda, mientras con la derecha hacía girar a su eventual compañera "la Añatúa", gritaron: "¡Ay, señor, este joven nos quiere matar!"

O cuando la dama que lo acompañaba, tuvo que subirse la falda e ir corriendo a buscar el cuerno del casco que hicieron volar de un tremendo globazo, porque el paisano enfundado en el traje de vikingo que vestía ni siquiera podía agacharse...

También, que entre el público que presenciaba el paso de la Murga y por tanto de los Mal Paso, se encontró con su paisanita, la pequeña hija (tendría entonces cinco o seis años) de una querida amiga, la cual había llegado a Tupiza en compañía de su abuelita, tías, tíos, primos y su hermano a pasar los carnavales en el pago querido.

Y si, claro, que cuando rendido por el calor, el cansancio y los aperitivos ingeridos, se apoyó en el hacha y...  ¡Posó para la última foto de la tarde!

Terminó el carnaval y con el cuerpo maltrecho (pidiendo a gritos descansar de los excesos a los que fue sometido) pero con el corazón contento y agradecido con sus mamás (Segunda y Bethzabe), por el apoyo y el aguante, como también con sus hermanos los Mal Paso por los churos momentos compartidos, emprendió el retorno el paisano al igual que la pequeña que con gran algarabía le aplaudió al haberle reconocido a pesar del disfraz que traía, a su paso por la Plaza Independencia.

Y habiendo arribado a la ciudad del Illimani, al encontrarse con su mamá que por motivos laborales no viajó a la tierra querida, entusiasmada la paisanita le dijo:

"¡No sabes,mamá, qué lindo el carnaval en Tupiza y te cuento que el Cayitos se ha disfrazado de oveja!"

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