Por: Cristóbal Vargas Choque
(Madrid 4/2/2016)
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Todos los días anteriores a los carnavales suponían para mi y para algunos amigos un trajín permanente entre el río turbio, los cerros o los verdes choclares, era un deleite ir a "wirear", "c'uquear" cirgüelitos, peras y membrillos por casi todos los rincones y huertos de la campiña tupiceña; me pasaba horas y horas viendo cómo se plantaban los camiones en su temerario intento por pasar de Remedios a la otra banda, me parece todavia reciente la imagen de aquel señor de complexión fuerte, aunque de estatura pequeña caminar a las carreras y en calzoncillos, pisando las movedizas arenas debajo del espumoso y bravo turbión, él era el "vadeador" y enseñaba con múltiples ademanes y señas el lugar por donde era adecuado que las movilidades emprendieran la marcha, se llamaba Moisés y como aquel gran hombre bíblico, dominaba las aguas, mejor dicho sus corrientes traicioneras en esos meses de aguaceros y "estudio" de las comparsas que afinaban las coplas, las letras y melodías de manera colectiva para estrenarlos en Carnaval. Por eso, cada atardecer a medida que dejaban de trinar los Wichicos, los Papachiuchis, los Ch'iruncos y K'ererincas, se oía a la anata sonora convocar a los comparseros.
Por la mañana -no sé si el sábado o el mismo domingo- a eso de las nueve o diez aparecía repentinamente por el "recorte" el puntual tren carnavalero, haciendo sonar repetidamente su liberado silbato, la locomotora llegaba ataviada de coloridas serpentinas, algunos globos batientes y una bandera flameante con sus vistosos rojo y blanco, en los subsiguientes vagones repletos de gente, alegres batían palmas al compás de las bandas de música que llegaban del norte, desde la región de Oruro para las tres o cuatro comparsas del pago, a saber: La ferroviaria, la del Pueblo, la de los Comerciantes. En la estación era toda una algarabía, se confundían los sonidos de las bandas, vítores, abrazos, cuetillos y "dianitas" en señal de agradecimiento, para seguidamente dirigirse bailando a sus respectivas "sedes", la primera ahí cerquita, en su conocido edificio, la Del Pueblo creo que al edificio de los trabajadores mineros en plena Plaza principal y la de los Cocanis como también así la llamaban a la de los comerciantes en la "Boite Tropical", aquel hermoso salón de incontables fiestas y anécdotas del pago.
Pero no eran las únicas comparsas, no, habían muchas y de diversos nombres, recuerdo a los entusiastas "Chocan Tullus", "Los Teddy Boys", "Los Quebradeños", "Los Bambinos", "Los Gavilanes" , posteriormente los grupos juveniles y de los barrios, sería interminable mencionar a cada uno de ellos.
Por la tarde, a eso de las tres a cuatro se agrupaban los carnavaleros muy cerca del Viejo Molle, en la "orilla", ahí empezaba la "ENTRADA DEL CARNAVAL TUPICEÑO, presidida por las autoridades ediles y la querida Murga, esa singular agrupación espontanea donde la tradición de la sátira y el buen humor destilaba sus galas haciendo visibles la improvisación, la crítica, el descontento o denuncia en su caso, pero también exhibían las artes manuales, recuerdo aquella comparsa bien formada con máscaras de los personajes de la revista "Condorito", muy bien logradas y cada personaje acertadamente escogido, ¡fue fabuloso!. Otra que causó mucha espectacularidad fue la de los Átomos, con aquellos personajes siniestros de mucho realismo, causando pavor y miedo; también recuerdo a Roberto Bernal personificando al Quijote de la Mancha y Hernán su hermano, de Sancho Panza, al paso pausado de un hermoso moro haciendo de Rocinante bajaban la serpenteante calle Chorolque.
Pero, había y creo que todavía hay INFALTABLES de la Murga como el Perico Rivas, el Amado Ángelo, el señor Valentín Cornejo, el Watila o don Guillermo Bernal que tenía mucha inventiva, cada año sorprendía con algún que otro traje vistoso; en una oportunidad participamos los AJAX, y nos pintamos todo el cuerpo de negro y aprovechando las largas cabelleras que eran la moda sujetábamos huesos en la cabellera, parecíamos esos personajes grotescos de las historietas de Tarzán: los "negros", ja, ja, ja... lo que nunca sospeché es que don Guillermo iba a ir en la ocasión de Centurión Romano, él iba agarrado de un látigo y no se molestaba en propinarnos sendos "Huascazos", al principio le seguimos la corriente como escenificando una cacería de negros, pero al final yo acabé escapándome del cruel romano, ja, ja, ja...
El Domingo de Tentación, desde tempranas horas cada comparsa exhibía su bandera en su lugar correspondiente en la vera del rió, allí en Chajrahuasi en aquella pradera bajo los sauces se daban cita para despedir al Carnaval y a las bandas con abundantes comilonas; toda la población ocupaba los hermosos lugares junto a los maizales y entre familias compartían una buena parrillita, mucho singani, chicha, amistad y solidaridad, allí se nombraban a los nuevos "pasantes",a los "alféreces", a los "promesantes", y con ritos de respeto daban gracias al Carnaval. Yo oía decir: "Gracias al Carnaval tenemos cosecha... pal Carnaval uno se compra algo... participamos entre todos, es la Pachamama la que nos da alimentos, por eso nos invitamos todo en Carnaval... ¿es una ronda no ve?, como la vida, como la copla, como cuando bailamos en ronda, eso es... Aquellas rotundas afirmaciones me subyugaban por no entenderlas...
Para todos los paisanos este recuerdito, espero que se diviertan y sigan guardando nuestras ricas tradiciones carnavaleras.Hago míos estos versos del gran Peteco Carabajal. Con el permiso del poeta:
Ayy perfumes del Carnaval
ya nunca me he de olvidar
su piel llevaba el aroma
de flor y tierra mojada.
Bellos recuerdos
que siempre los guardo
muy dentro de mi alma.