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27 de julio de 2013

A esta hora exactamente

No había llegado todavía a cumplir una decena de años y transcurría la vida, tranquila como la de la mayoría de niños del pago,en la que los domingos como siempre asistíamos a la misa de niños por la matina, bañaditos, cambiaditos  y bien peinaditos (pelo con brillo con resina de membrillo como diría el Willy);  por la tarde, al catecismo con el padre Roberto que te agarraba a coscorrones si no repetías las divinas enseñanzas como él las explicaba o si acaso, en lugar de atenderle te pescaba pajareando o, lo que es lo mismo, intentando ver pasar  a un angelito volando por el techo del salón.

Pero había también, niños que no asistían a la misa y menos al catecismo porque, ahora entiendo, otras eran sus prioridades, entre ellos estaba el "Ciencito" llamado así porque mendigaba una moneda pidiendo le regalen ciencito, la moneda de 100 centavos que era la de más baja denominación en esa época.

El "Ciencito" era hijo del "Champión" con quien habitaban un pequeño cuarto, detrás de la casa parroquial y... ¡Pucha! un día desaparecieron de Tupiza y es a esta hora exactamente, que caigo en cuenta que no supe nunca más que fue de sus vidas, quizás no pregunté o todos lo ignoraban ¡no sé!

Eran los años en que un mandamás de gorra y sable, se había instalado por la fuerza en el Palacio de Gobierno y prohibía muchas cosas mientras intentaba hacer creer al pueblo que vivíamos en el paraíso o casi. Entre las prohibiciones estaban cierta música y ciertos interpretes, sin embargo, a pesar de sus pesares, ellos cantaban y el pueblo los escuchaba, de ocultas y sin mucho volumen pero los escuchaba.

Y así fue que un buen día, llegó mi tía Jahel, sí ella la  hija del José (el Gallo) Murillo y Segundina Jurado, con un disco en la cartera y recuerdo que en casa lo escucharon con el volumen justo para ser audible, la verdad es que no le tiré mucha (o ninguna) pelota entonces, pues entre mis prioridades para después de la cena, estaban salir a encontrarme con las chicas y chicos de mi barrio para cascarle, sin prisa pero sin pausa, la mayor cantidad de juegos que jugábamos los pibes de entonces, según la época del año.

Finalizaban los setenta y aquel de gorra y sable, fue obligado a salir de palacio ante la acción valiente de un puñado de mujeres que instalaron una huelga de hambre, en una iglesia de esta ciudad de La Paz, no para pedir sino exigir el retorno de la democracia.

Por el "Ciencito" y los cuchumil quichicientos niños que aún hoy, veintitantos años después del retorno de la democracia, de sueños truncados y promesas rotas, siguen en las calles, mientras nosotros pasamos por su lado, pretendiendo que no los vemos; pongo a su consideración esta canción interpretada por el inolvidable Benjo Cruz que venía en el disco comprado entonces, por mi tía Jahel.

Canción para un niño en la calle


El vídeo lo tomé prestado de aquí en YouTube y si quieren escuchar otras versiones, las encontrarán haciendo clic aquí.