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6 de junio de 2008

El silencio del perdón

Luís Rico

Era bonito viajar cualquier domingo a Tarabuco, para mirar a los indios apoyados en las paredes decoradas por los ponchos de líneas horizontales junto a sus jóvenes compañeras de los gorros tejidos y escuchar, a lo lejos, las espuelas que nos anunciaban el Pujjllay orgullo de jóvenes chuquisaqueños que al calor de la chicha encontraban sus orígenes y volvían a su cotidiano estudio para comprender perfectamente la palabra identidad.

Era bonito cuando un indio como Don Mauro Núñez llegaba a los grandes museos de París o Londres y dejaba en espera a la Real Academia de la Lengua para nombrarlo con algún apelativo que reemplace a "indígena talentoso".

Hoy, algunos jóvenes estudiantes sucrences quieren hacer presencia mediática en Sucre, pero que están acomplejados por estudiantes cruceños platudos que, apostados en la acera sur de la Plaza 25 de Mayo, dominan la economía barrial, la economía de discoteca, la economía oscura del tráfico de drogas, la economía de la prostitución y la economía de médicos sobornados para lograr el record nacional de abortos.

Hoy, a 199 años de dignidad, la Universidad Real y Pontificia San Francisco Xavier, camuflada en la Autonomía Universitaria, aprende la lección de los prejuicios que todos los días dictan John Caba, Fidel Herrera y Jaime Barrón, tres indígenas que quieren ocultar el color de su piel detrás de una corbata y Aidée Nava, una mujer que vive lejos de la humilde morada de la Coronela de América, Doña Juana Azurduy que murió ayer 25 de Mayo, mientras la alcaldesa echaba de la ciudad, a los indios arrodillados.

Ha de ser bonito volver a Tarabuco para el Pujjllay o continuar por Padilla rumbo a Monteagudo y llegar a la Fiesta del Ingre. Ha de ser bonito cuando podamos volver, después del perdón de la piel, después del perdón de los colores, después del perdón de las miradas, después del perdón, sentimiento que no se pronuncia.

Ha de ser bonito cuando podamos volver a la Plaza 25 de Mayo con nuestra bandera en alto a decorar con nuestros ponchos las paredes de las barrocas fachadas construidas en el tiempo del silencio del perdón.

Ha de ser bonito volver a la Chuquisaca que añoro, espero no tardar otros 199 años.


La Magia de la madera

Pujjllay

Paredes blancas de estuco

Que colorean los tatas

Con sus ponchos su abarcas

Yamparas y Tarabucos.


Bajan y suben los cerros

Con sus espuelas doradas

Y al compás de zampoñadas

Hacen sonar sus cencerros.


La tierra tiene que darnos

La magia de la madera

Para taller la bandera

Y así poder liberarnos.


La tierra tiene esa copla

En cada indio del valle

En el hombre de la calle

En cada viento que sopla.

1 comentario:

  1. simplemente excelente!!!

    me ha gustado mucho este post, realmente vale la pena!!

    saludos!!

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