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6 de noviembre de 2011

Bicentenario de Suipacha


Publicado por Ramiro Prudencio Lizón en La Razón el 10 de noviembre de 2010.
Pocos días atrás, se ha conmemorado el bicentenario de la famosa batalla de Suipacha, llevada a cabo el 7 de noviembre de 1810, y que fue el primer gran enfrentamiento bélico librado en el Alto Perú durante la larga Guerra de la Independencia. Y, como es frecuente en nuestro país, sólo un reducido grupo de autoridades y de intelectuales se trasladó a ese lugar para acompañar a los tupiceños en ese memorable día, como si se tratase de una importante acción local que no hubiese tenido trascendencia en todo el territorio nacional.
Pero la verdad es que, por un corto tiempo, el encuentro de Suipacha determinó la liberación de las cuatro provincias altoperuanas, confirmando su unión con la Junta de Buenos Aires.
Cabe recordar que la primera expedición militar que envió la junta porteña estuvo dirigida por el general Balcarce y, sobre todo, por el representante de la misma, el doctor José Castelli, abogado de Charcas.  Este contingente, a su arribo al Alto Perú, recibió primeramente la adhesión y refuerzos de Tarija que ya se había pronunciado por la causa independiente. 
Luego obtuvo el gran apoyo de los montoneros chicheños, quienes salvaron al ejército libertador  de un primer encuentro desfavorable con las fuerzas realistas en Cotagaita, y quienes participaron en forma relevante en la gran gesta de Suipacha.

La batalla de Suipacha fue reñida y muy sangrienta, pero la tenacidad de los montoneros  argentinos, tarijeños y chicheños, decidió la contienda a favor de la causa patriota. Y al tener conocimiento de  esa gran victoria, los patriotas potosinos, Salvador Matos y Pedro Ascárate promovieron la revolución en Potosí, el 10 de noviembre, con la consecuente destitución del intendente gobernador  y la organización de una junta de gobierno que reconoció a la Junta de Buenos Aires como suprema autoridad. Tres días después, el 13 de noviembre, la ciudad de La Plata (Chuquisaca) también se insurreccionó y retornó al bando patriota.
Suipacha tuvo como corolario, además, el glorioso encuentro de Aroma, donde el caudillo cochabambino, Esteban Arze, al mando de montoneros armados en su mayoría de hondas y palos, derrotó a las tropas realistas acantonadas en el norte, el día 14 de noviembre, y las obligó a cruzar el río Desaguadero y huir al Perú. Después de esta hazaña, los habitantes de La Paz, en gran asamblea, proclamaron a la Junta de Buenos Aires, el 16 de noviembre. Con ello, el Alto Perú confirmó su autonomía americanista y fue, junto a las provincias de la actual República Argentina, el único territorio del continente que se había liberado del dominio español.
Lamentablemente, el radicalismo político del doctor Castelli, heredero de las aulas de la Universidad de Charcas, fue determinante para el fracaso de esta primera independencia del cono sur americano.  Rechazó las condiciones en las que querían capitular los jefes españoles y ordenó su fusilamiento en la plaza de Potosí. Esta inflexible actitud no sólo le enajenó la  simpatía de los altoperuanos, quienes reconocían la hidalguía de esos dignos chapetones, sino que imposibilitó cualquier entendimiento futuro con el virrey del Perú.
De este modo, el virrey Abascal no aceptó la propuesta de paz de Castelli y sólo accedió a un armisticio de 40 días. Como se sabe, poco antes de que finalizara el mismo, el brigadier Goyeneche atacó a las fuerzas patriotas en Guaqui, el 20 de junio de 1811, y las derrotó. Los hermosos días de Suipacha, Aroma, y de las revoluciones de Cochabamba, Santa Cruz, Oruro, Potosí y La Plata, se habían disipado.
Sería muy conveniente que las autoridades nacionales se preocupasen en destacar los hechos heroicos de nuestra historia, para que el pueblo boliviano tenga cada vez más orgullo de haber nacido en este suelo. Pero no pueden hacerlo sólo con conmemoraciones locales, como ha sucedido últimamente con el bicentenario de Suipacha, sino considerándolos una festividad nacional; porque cada gran acontecimiento ocurrido en algún punto del país, siempre tuvo repercusión en el resto del mismo.

Ramiro Prudencio Lizón
es diplomático e historiador.

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