Ads 468x60px

14 de enero de 2025

Caporales en el Suipacha

No hay comentarios.:

Por: Victor Burgos B.

El año recién pasado tuve la oportunidad de leer en Facebook, una reseña referida a personas que tiempo atrás desarrollaron actividades culturales, deportivas, sociales, artísticas, etc., que enaltecieron de alguna manera el sentimiento chicheño o más propiamente el tupiceño, en la que se destaca específicamente la trayectoria artística de Ignacio Gaspar, texto que conocí por medio de nuestro amigo Quintacho, que lo compartió por WhatsApp. 

Dicha reseña, escrita por José “el Abuelo” Ramírez, en la que cita entre otros a “LOS CAPORALES”, provocó recuerdos entrañables de un tiempo pasado, incomparable e inolvidable. Recibiendo el desafío y el impulso que provocó su lectura, me comprometí a escribir estas líneas con el afán de mirar atrás pretendiendo influir un tanto en la juventud actual.

De derecha a izquierda: Enrique Jáuregui y Edgar Villena (parados); Emilio Uzqueda, Victor Burgos y Freddy Cuevas sentados.
Tupiza en los años 60 y 70 del siglo pasado (qué fácil lo decimos y qué difícil lo escribimos), no sería la misma sin rememorar a un grupo, como tantos, haciendo de todo para hacer crecer el árbol de la amistad en la tierra bendita que nos vio nacer y que permitió disfrutar de una época incomparable e irrepetible para Emilio Uzqueda B., Freddy Cuevas G., Enrique Jauregui O., Edgar Villena y su servidor Víctor Burgos B. Peculiar grupo compuesto por un “Huevo” (Freddy), dos “Chatitos” (Edgar y Enríque) y dos “Flacos” (Emilio y quién suscribe conocido también como “Bombilla”).

En un waque, de izquierda a derecha: Victor Burgos, Melquiades Angelo (el dueño de la chacra) Freddy Cuevas y Emilio Uzqueda.
Así, desarrollamos actividades que permitieron ocupar nuestro tiempo libre como caminar por todo el pago subiendo los cerros que circundan Tupiza, disfrutando la campiña de Chajrahuasi que formaba una base incomparable gozando de la dicotomía de los colores verde esmeralda de los sauces en los inicios de cada primavera y el colorado del cerro al que trepamos en innumerables oportunidades, incluso pretendimos dormir una noche al medio del cerro, pero el frío limitó la pretensión. En nuestras caminatas también disfrutábamos de los rosales, del aroma peculiar y los matices rosados que nos permitían gozar de la naturaleza chicheña, tan bella flor adornaba Villa Remedios y San Antonio, barrio en ciernes.

De derecha a izquierda: Enrique Jáuregui, Edgar Villena,  Emilio Uzqueda, Freddy Cuevas y Victor Burgos.
Hacíamos por entonces, de todo para ocupar nuestro tiempo de ocio y el deseo de compartir actividades que hagan crecer los sentimientos de amistad del grupo. De pronto, surgió la idea de hacer algo más, fue entonces que Freddy Cuevas y Emilio Uzqueda idearon con mucho afán hacer fonomímica y fueron los primeros CAPORALES. 

En la primera presentación de LOS CAPORALES EN EL SUIPACHA, como es lógico, esperábamos la aceptación del público y fue una sorpresa, al ser un éxito que permitió el disfrute y goce de ver y escuchar las risas provocadas por las ocurrencias presentadas. 

Después de un tiempo breve de LOS CAPORALES, Freddy viajó a Cochabamba y me tocó reemplazarlo. Quedamos pues Emilio y yo hasta que rápidamente, Emilio también viajó a estudiar a Tarija, sustituyéndolo Enrique; así quedamos él y yo como LOS CAPORALES que menciona José en la citada reseña.


La fonomímica la hacíamos de unos discos de vinilo de un dúo chileno que tenía precisamente el nombre de Los Caporales,  fueron discos de chistes y música picaresca típica de los chilenos, la gente se mataba de risa y por supuesto, buscábamos música contemporánea que permitía ponerle chispa.


Fueron experiencias muy gratas que los paisanos tuvieron la oportunidad de disfrutar y quienes aún nos muestran su afecto acá en La Paz, Oruro y por donde vayamos, sorprendiéndonos todavía con comentarios positivos de aquellos tiempos y aquellas experiencias, son por supuesto satisfacciones que vivimos en el pago. LOS CAPORALES, una historia que compartimos un grupo de amigos entrañables intentando ocupar nuestro tiempo, participando en sendas veladas en el Teatro Municipal Suipacha, en la cancha del Ferroviario, en Escuelas y Colegios, siempre con éxito gracias a esos discos de vinilo que fueron bien aprovechados para lograr hacer reír a los espectadores y por supuesto, provocando satisfacciones en los espíritus inquietos de un grupo de amigos.