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La hora del morfe, en el último día de campo que compartimos, nos acompaña el profesor Jaime Thames. |
Colegio Nacional Mixto Suipacha, primer colegio provincial de Bolivia, del cual este 21 de marzo de 2014, la muchachada suipachista, estará celebrando sus Bodas de Diamante. ¡Caray, che, setenta y cinco años y montones de atorrantes (mujeres y hombres) que pasaron por sus aulas!
La promoción del ochenta y dos estaba en general, dispuesta a marcar un hito entre lo que fueron las promociones que nos precedieron y las que vendrían luego, así fue que para dar la bienvenida a los nuevos compañeros de colegio, organizamos su bautizo con chocolate, baberos y la entrega de su certificado de nacimiento suipachista, ¿te acordás Sdenka?
Por otra parte, el festejo del día del maestro no concluyó ese año, con la tradicional hora cívica. Al contrario, cosa nunca vista antes, invitamos a los maestros a permanecer en el salón de actos y despachamos a los compañeros de los cursos inferiores para dar paso, a continuación, al festejo en serio con bocadillos, bailongo y coctelachos.
Pero, el “Cuarto C” demostró su carácter en tres eventos que permanecen seguro, en la memoria de quienes fuimos parte de ellos, de los cuales contaré el siguiente:
Así sucedieron los hechos que cuento, conforme los recuerdo y si omito algún detalle que resalte el valor del que hacíamos gala, conforme a la letra del himno del colegio ("Retemplad tu valor, siempre adelante juventud del Suipacha a la acción...") lo escriben, por favor, en los comentarios para completar la historia.
Ya había pasado un tiempo prudente desde aquel día, en que nos amotinamos y decidimos usar el silencio como arma de protesta, las aguas retomaron su cauce y las actividades que permitirían costearnos el viaje de fin de año se llevaban a cabo conforme se iban programando. Y así, sin prisa, pero sin pausa nos dirigíamos a paso firme hacia el día en que guiados por el profesor Mario Calvetty, anunciaríamos a voz en cuello que “Llegó el momento de decir adiós, adiós, adiós…” y esito sería, allí concluiría nuestra vida de colegiales.
Pero como el diablo no sabe cuándo ni para quién trabaja, un día de esos sorprendió nuestra inocencia con la ausencia del docente de turno y nos encontramos a media mañana, sin clases y con dos periodos para hacer lo que nos diera la gana (o casi).
Así fue que sin la menor idea de aprovechar el tiempo libre para repasar los libros o lecciones avanzadas y gracias a la genial ocurrencia de algún osado compañero, decidimos que lo mejor que se podía hacer para pasar el rato, era ir a dar una vuelta por la plaza y volver a tiempo para la siguiente clase, considerando que ésta (la plaza) no quedaba a más de dos cuadras de distancia y sería cosa de ida y vuelta.
Con esta idea en mente, aunque sin saber cómo lo haríamos, nos dirigimos hacia la dirección, dónde como si fuera cosa de mandinga siempre, encontramos que la misma se encontraba vacía, la puerta que daba a la calle sin llave y por tanto, el camino libre.
Salimos pues, nada de patitas pa' que las quiero, sino en fila india simulando formación con las chicas por delante, por si aparecía algún metiche y se le ocurría preguntar adonde iba el “Ce”, hacia la avenida Prof. Saturnino Murillo para luego dirigirnos, enrumbando por la Senador Aramayo y la 7 de noviembre, hacia la plaza Independencia.
La promoción del ochenta y dos estaba en general, dispuesta a marcar un hito entre lo que fueron las promociones que nos precedieron y las que vendrían luego, así fue que para dar la bienvenida a los nuevos compañeros de colegio, organizamos su bautizo con chocolate, baberos y la entrega de su certificado de nacimiento suipachista, ¿te acordás Sdenka?
Por otra parte, el festejo del día del maestro no concluyó ese año, con la tradicional hora cívica. Al contrario, cosa nunca vista antes, invitamos a los maestros a permanecer en el salón de actos y despachamos a los compañeros de los cursos inferiores para dar paso, a continuación, al festejo en serio con bocadillos, bailongo y coctelachos.
Pero, el “Cuarto C” demostró su carácter en tres eventos que permanecen seguro, en la memoria de quienes fuimos parte de ellos, de los cuales contaré el siguiente:
Así sucedieron los hechos que cuento, conforme los recuerdo y si omito algún detalle que resalte el valor del que hacíamos gala, conforme a la letra del himno del colegio ("Retemplad tu valor, siempre adelante juventud del Suipacha a la acción...") lo escriben, por favor, en los comentarios para completar la historia.
Ya había pasado un tiempo prudente desde aquel día, en que nos amotinamos y decidimos usar el silencio como arma de protesta, las aguas retomaron su cauce y las actividades que permitirían costearnos el viaje de fin de año se llevaban a cabo conforme se iban programando. Y así, sin prisa, pero sin pausa nos dirigíamos a paso firme hacia el día en que guiados por el profesor Mario Calvetty, anunciaríamos a voz en cuello que “Llegó el momento de decir adiós, adiós, adiós…” y esito sería, allí concluiría nuestra vida de colegiales.
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Destacan en esta fotografía, las muchachas de la Promo 82. |
Así fue que sin la menor idea de aprovechar el tiempo libre para repasar los libros o lecciones avanzadas y gracias a la genial ocurrencia de algún osado compañero, decidimos que lo mejor que se podía hacer para pasar el rato, era ir a dar una vuelta por la plaza y volver a tiempo para la siguiente clase, considerando que ésta (la plaza) no quedaba a más de dos cuadras de distancia y sería cosa de ida y vuelta.
Con esta idea en mente, aunque sin saber cómo lo haríamos, nos dirigimos hacia la dirección, dónde como si fuera cosa de mandinga siempre, encontramos que la misma se encontraba vacía, la puerta que daba a la calle sin llave y por tanto, el camino libre.
Salimos pues, nada de patitas pa' que las quiero, sino en fila india simulando formación con las chicas por delante, por si aparecía algún metiche y se le ocurría preguntar adonde iba el “Ce”, hacia la avenida Prof. Saturnino Murillo para luego dirigirnos, enrumbando por la Senador Aramayo y la 7 de noviembre, hacia la plaza Independencia.
Mira vos cómo son las cosas que, cuando bajábamos por la calle 7 de noviembre, apareció un grupo de docentes a los cuales saludamos como si tal cosa y claro al vernos, éstos, marchar casi formados en filas de a cuatro en fondo, qué iban a imaginarse que se trataba de una chachada en masa.
Finalmente, una vez que llegamos a la plaza, nos dispersamos en grupos y a nadie se le ocurrió siquiera, mencionar que la idea era volver al colegio.
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El Ce de segundo año, nos acompaña adelante el profe de música y en la segunda fila, segunda empezando por la derecha la profesora de francés (¿se acuerdan?) |
Chura anécdota que significó tal vez, para alguna(s) compañera(s) o compañero(s) no dejar mentir a Don Willy Alfaro cuando canta:
“...y una chachadita, nadie se libra de la chachada
y recogerse patapila, sin cuadernos, libros ni mochila".
Aparte de las fotografías gentilmente enviadas por Elizabeth y Gilde, comparto la lista de quienes fuimos parte de aquel curso que con unidad y coraje, alcanzamos nuestros objetivos de promoción y abrimos la senda para que otros también lo hagan, con ustedes los muchachos de mi promoción, el Ce:
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